
La Liga MX ha optado por una comodidad peligrosa: mantener un torneo sin ascenso ni descenso, justificando como una medida temporal para sanear las finanzas de los equipos del Ascenso MX, situación que ha convertido la liga MX en un torneo mediocre antes que apostar por un crecimiento competitivo real.
Sin el descenso, varios clubes de la primera división han caído en la complacencia, no hay presión por mejorar estructuras, invertir en fuerzas básicas ni por generar proyectos deportivos a largo plazo. ¿Para qué? Si el castigo deportivo por fracasar simplemente ya no existe, se resuelve con pagar una cantidad millonaria.
El resultado es una liga que premia la inestabilidad. Técnicos que van y vienen, plantillas mal armadas y directivos que siguen sin rendir cuentas, una competencia donde más de la mitad de los equipos califican, sin importar su rendimiento real.
Gran parte de la temporada regular se juega sin verdadera urgencia ni consecuencias,
un equipo aun con resultados mediocres, seguirá cobrando derechos de televisión y patrocinadores sin riesgo alguno.
La Liga MX necesita una reestructuración que devuelva la competitividad como eje rector. Volver al ascenso y descenso es indispensable para construir una liga que de verdad aspire a ser de élite.